
Salmo 34:15-22
Proverbios 9: 1-6
Efesios 5:15-20
Juan 6:51-58
Juan desarrolla el tema de la «incomprensión» para adentrarnos de forma didáctica en el conflicto entre los practicantes de la religión judía y los cristianos.
El pan es el símbolo universal el más popular de los alimentos.
Jesús era el pan vivo, bajado del cielo, para alimentar a una muchedumbre que añoraba una vida de paz y plenitud. Para ellos la verdad no residía en un sistema abstracto de proposiciones o en la adecuación lógica de la ideología a la realidad. Para ellos la verdad era una praxis de vida que transformaba al ser humano y lo habilitaba para vivir en comunión con sus congéneres y con el universo.
Las profundas insatisfacciones, que son muchas, el cansancio de la vida, el sin sentido, los anhelos del corazón... encuentran en este Pan de vida un remedio saludable. La terrible soledad se transforma en habitación de comunión de vida.
Un dato interesante de este Evangelio es la relación que hace de esta comida (única y sin precedentes), con el sacrificio de Jesús: se trata de comer su cuerpo, beber su sangre. Al comulgar el cuerpo y la sangre de Cristo el creyente no solo recibe, se identifica, se une a... sino que es capacitado para dar, ofrecer, entregar una vida digna... a semejanza de aquel a quien comulga.
“Oh pan de cada boca,
no te imploraremos,
los hombres no somos mendigos de vagos dioses o de ángeles oscuros:
del mar y de la tierra haremos pan,
plantaremos de trigo la tierra y los planetas,
el pan de cada boca,
de cada hombre,
en cada día,
llegará porque fuimos a sembrarlo y a hacerlo,
no para un hombre sino para todos,
el pan,
el pan para todos los pueblos y con él lo que tiene forma y sabor de pan repartiremos:
la tierra,
la belleza,
el amor,
todo eso tiene sabor de pan,
forma de pan,
germinación de harina,
todo nació para ser compartido,
para ser entregado,
para multiplicarse.”
Pablo Neruda
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