Salmo 15
Deuteronomio 4:1-2.6-9
Santiago 1:17-27
Marcos 7:14-15,21-23
Que es lo que contamina a las personas
¿Cómo distinguir la enseñanza de los hombres de la voluntad divina?
¿Cuáles son los caminos que nos permiten interpretar algo como aquello que Dios nos señala?
En la vida cotidiana hacemos esas interpretaciones constantemente. Con las leyes divinas y con las normas que rigen nuestro mundo. La limpieza y purificación pretendida. O, más grave aún, un profundo individualismo, un egoísmo y búsqueda de autosatisfacción que termina en la soberbia y la insensatez.
Los cristianos también nos hemos vuelto ritualistas, observando lo exterior. Cuántas veces en nuestras iglesias se generan discusiones sobre cuestiones litúrgicas, modos de los oficios, o la disposición de los elementos, y esas discusiones se han transformado en otra cosa: pulseadas por el poder, intentos de imponer nuestra lectura de la tradición, crítica y prejuicios contra los que piensan o actúan diferente.
De qué manera esa “apariencia” que hoy se impone, ese lavado por fuera que resulta doctrina de hombres, no es sino la muestra de una contaminación más profunda, donde nuestro ser más íntimo es sometido a una corrupción que nos hace insensibles a las demandas del Evangelio, y preferimos entonces las señales externas de una mentada devoción, que oculta un vacío interior
No es lo que el ser humano incorpora lo que lo mancha, sino lo que emite. Trasladado al campo ético, la mancha no está en lo que el otro me hace, sino en lo que yo le hago a mi prójimo. El recorrido de la comida en el cuerpo no contamina (y nuevamente Marcos añade una nota para el cristianismo gentil –declarando limpios todos los alimentos). Es lo que nosotros hacemos con aquello que recibimos lo que puede contaminar. Alimentos puros e impuros terminan en la misma letrina. Eso no hace la diferencia. La diferencia estará en lo que nosotros hacemos con la fuerza que nos dan esos alimentos.
La lista de vicios que aparece en los vv. 21-22 es la única de estas características que aparece en los evangelios, aunque son frecuentes en la literatura epistolar del Nuevo Testamento. “Los malos pensamientos” es una categoría general, que se confirma a nivel estilístico pues “malos pensamientos” está separada, en el texto griego, del resto de la lista, pues el verbo se intercala después de esta expresión. Luego se explicita que son estos malos pensamientos, enumerando doce “vicios”. La nómina tiene dos partes: las primeras seis están en plural y las restantes seis en singular. Todas son conductas ofensivas para mi prójimo. La lista de los plurales culmina con “maldades”, que resumiría los actos dolosos contra mi prójimo. La lista de los singulares muestras actitudes de la persona que motivan esas maldades, expresan claramente la condición subjetiva del que obra en detrimento del otro. Este es el “anti-Reino” que se resiste a recibir el mensaje de Jesús
domingo, 30 de agosto de 2009
domingo, 23 de agosto de 2009
Verdaderos Discipulos
Salmo 34:15-22
Josué 24: 1-18
Efesios 6:10-20
Juan 6: 56-69
En estos versículos encontramos dos grupos de interlocutores de Jesús:
La respuestas de estos grupos difieren radicalmente los primeros murmuran (como lo hicieron los “judíos” v. 41) y no toman a Jesús como sujeto de diálogo. Por el contrario, los doce, en boca de Pedro, es el único grupo de todos los que estuvieron en “diálogo” con Jesús. Solamente los doce escuchan, creen y conocen a Jesús.
La consecuencia del mensaje de Jesús es que muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no caminaban más con él. Al comienzo de esta unidad Jesús es seguido por muchos, hasta pretendían hacerlo rey y lo sigue una multitud de un lado a otro del lago. Ahora, después de sus palabras lo inverso sucede. Los distintos interlocutores de Jesús a lo largo del capítulo han fallado en aceptar el rol de discípulos/as, es decir del/a que escucha a Jesús y lo han convertido en objeto de sus propios pensamientos o deseos.
Cambio en los doce
• “Señor, ¿a dónde vamos a ir? Tu tienes palabras de vida eterna.” Al comienzo del capítulo, Felipe se preguntaba: “en dónde compraremos pan...?” (v. 5). Ahora los doce saben que en ningún otro lado hay el pan que Jesús es capaz de dar. Los discípulos han sido capaces de crecer en su capacidad de conocer a Jesús.
• Han podido conocer a Jesús porque han creído. El orden de los verbos (creer, conocer) no es un dato menor. La imposibilidad de creer subrayada varias veces a lo largo del capítulo no le permiten a los distintos interlocutores conocer a Jesús. Los discípulos han creído en Jesús y entonces conocen quién es Jesús.
La confesión de Pedro es seguramente el punto culminante de la respuesta al mensaje de Jesús. Allí se encuentra el prototipo de creyente que ha sido capaz de creer y conocer la identidad de Jesús. Así el punto es la actitud de los doce en relación al resto de los interlocutores. ¿Qué les ha permitido a los doce dar este paso? ¿Qué les ha impedido a los otros hacerlo?
El creer es entonces ese salto que permite percibir lo que no se ve y Dios es un Dios que llama a existencia las cosas que aún no existen (cf. Romanos 4:18). Ese salto es el que pudieron dar los doce, ese salto es el que Jesús espera de nosotr
Josué 24: 1-18
Efesios 6:10-20
Juan 6: 56-69
En estos versículos encontramos dos grupos de interlocutores de Jesús:
La respuestas de estos grupos difieren radicalmente los primeros murmuran (como lo hicieron los “judíos” v. 41) y no toman a Jesús como sujeto de diálogo. Por el contrario, los doce, en boca de Pedro, es el único grupo de todos los que estuvieron en “diálogo” con Jesús. Solamente los doce escuchan, creen y conocen a Jesús.
La consecuencia del mensaje de Jesús es que muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no caminaban más con él. Al comienzo de esta unidad Jesús es seguido por muchos, hasta pretendían hacerlo rey y lo sigue una multitud de un lado a otro del lago. Ahora, después de sus palabras lo inverso sucede. Los distintos interlocutores de Jesús a lo largo del capítulo han fallado en aceptar el rol de discípulos/as, es decir del/a que escucha a Jesús y lo han convertido en objeto de sus propios pensamientos o deseos.
Cambio en los doce
• “Señor, ¿a dónde vamos a ir? Tu tienes palabras de vida eterna.” Al comienzo del capítulo, Felipe se preguntaba: “en dónde compraremos pan...?” (v. 5). Ahora los doce saben que en ningún otro lado hay el pan que Jesús es capaz de dar. Los discípulos han sido capaces de crecer en su capacidad de conocer a Jesús.
• Han podido conocer a Jesús porque han creído. El orden de los verbos (creer, conocer) no es un dato menor. La imposibilidad de creer subrayada varias veces a lo largo del capítulo no le permiten a los distintos interlocutores conocer a Jesús. Los discípulos han creído en Jesús y entonces conocen quién es Jesús.
La confesión de Pedro es seguramente el punto culminante de la respuesta al mensaje de Jesús. Allí se encuentra el prototipo de creyente que ha sido capaz de creer y conocer la identidad de Jesús. Así el punto es la actitud de los doce en relación al resto de los interlocutores. ¿Qué les ha permitido a los doce dar este paso? ¿Qué les ha impedido a los otros hacerlo?
El creer es entonces ese salto que permite percibir lo que no se ve y Dios es un Dios que llama a existencia las cosas que aún no existen (cf. Romanos 4:18). Ese salto es el que pudieron dar los doce, ese salto es el que Jesús espera de nosotr
domingo, 16 de agosto de 2009
Jesús el Pan de Vida

Salmo 34:15-22
Proverbios 9: 1-6
Efesios 5:15-20
Juan 6:51-58
Juan desarrolla el tema de la «incomprensión» para adentrarnos de forma didáctica en el conflicto entre los practicantes de la religión judía y los cristianos.
El pan es el símbolo universal el más popular de los alimentos.
Jesús era el pan vivo, bajado del cielo, para alimentar a una muchedumbre que añoraba una vida de paz y plenitud. Para ellos la verdad no residía en un sistema abstracto de proposiciones o en la adecuación lógica de la ideología a la realidad. Para ellos la verdad era una praxis de vida que transformaba al ser humano y lo habilitaba para vivir en comunión con sus congéneres y con el universo.
Las profundas insatisfacciones, que son muchas, el cansancio de la vida, el sin sentido, los anhelos del corazón... encuentran en este Pan de vida un remedio saludable. La terrible soledad se transforma en habitación de comunión de vida.
Un dato interesante de este Evangelio es la relación que hace de esta comida (única y sin precedentes), con el sacrificio de Jesús: se trata de comer su cuerpo, beber su sangre. Al comulgar el cuerpo y la sangre de Cristo el creyente no solo recibe, se identifica, se une a... sino que es capacitado para dar, ofrecer, entregar una vida digna... a semejanza de aquel a quien comulga.
“Oh pan de cada boca,
no te imploraremos,
los hombres no somos mendigos de vagos dioses o de ángeles oscuros:
del mar y de la tierra haremos pan,
plantaremos de trigo la tierra y los planetas,
el pan de cada boca,
de cada hombre,
en cada día,
llegará porque fuimos a sembrarlo y a hacerlo,
no para un hombre sino para todos,
el pan,
el pan para todos los pueblos y con él lo que tiene forma y sabor de pan repartiremos:
la tierra,
la belleza,
el amor,
todo eso tiene sabor de pan,
forma de pan,
germinación de harina,
todo nació para ser compartido,
para ser entregado,
para multiplicarse.”
Pablo Neruda
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