Salmo 34: 1-22 Apocalipsis 7:9-17
Mateo 5:1-11
Las Bienaventuranzas
La Palabra viene del griego “Makarios” y es una exclamación, un grito : ¡Qué felices! Por lo tanto estas son una manifestación, una suerte de proclamación o declaración de principios.
El sermón del monte ha sido descrito como la constitución o base fundamental del Reino o Gobierno de Dios.
Dios tiene un proyecto para este mundo y aquí Jesús lo enuncia y proclama.
Con las Bienaventuranzas como carta de navegación de nuestra vida es posible alcanzar la meta de nuestra santificación, entendida como la lucha constante por lograr en el cada día el máximo de plenitud de la vida según el querer de Dios.
Mateo orienta las bienaventuranzas hacia una ética de actitudes, de profundidad espiritual, pero incluyendo notablemente a los desposeídos y carecientes, a los que sufren, a los que tienen misericordia. En una época de conflictos se llama benditos a los “hacedores de la paz”; y se reconoce la persecución como previsible para los discípulos.
- “viendo las multitudes”
- La felicidad de los pobres
El proyecto de Jesús es el Reino de Dios. Reino que implica vivir en caridad fraterna, justicia, igualdad, tratándonos como hermanos, porque somos hijos de un mismo Padre. Así construiremos una sociedad nueva.
Las bienaventuranzas, expresión de la vivencia de los valores del Reino, no pueden ser entendidas de forma individualista o pietista, o en una práctica intimista: yo solito con mi Dios.
Al contrario, es en el ámbito de lo comunitario que tienen verdadera razón de ser. Tampoco podemos situar las recompensas y premios de las bienaventuranzas como para ser realizadas después de la muerte. El Reino con certeza ha de tener su plenitud, pero comienza en este mundo; es para ser construido aquí, en una sociedad fraterna, donde seremos consolados, poseeremos la tierra comunitaria y seremos reconocidos como hijos de Dios.
domingo, 1 de noviembre de 2009
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