domingo, 29 de noviembre de 2009

I Domingo de Adviento 2009

Lucas 21:25-36;
Comenzamos el Adviento con un texto en el cual Jesús anuncia la inminente llegada del Reino de Dios. Es interesante observar que Jesús lo hace en el contexto de una pregunta sobre la futura destrucción del templo.
El llamado a estar atentos a este tiempo y a la actitud de oración nos convocan a un momento de espera. Es bueno recordar que la oración no era en aquel entonces sinónimo de estarse quieto y contemplando como se lo entendió mucho más tarde en la tradición y prácticas monásticas. Cuando Jesús llama a “estar orando” significa una actitud de estar atento a lo que Dios nos dice y nos señala para nuestras vidas.
Ubicar este discurso de Jesús en el marco de la destrucción del templo también nos ayuda a ver para él las estructuras que no sirven a los propósitos del Reino no tienen futuro en el plan de Dios.
Hoy también tenemos problemas para asumir que el camino del Señor no siempre coincide con nuestros planes e instituciones. Y quizá este tiempo de Adviento sea un buen momento para meditar sobre que servicio están cumpliendo nuestras estructuras y prácticas.
La convocatoria de Jesús a estar atentos y en oración apela a nuestra actitud ante él. Quizá porque estamos llegando a la Navidad –aunque este es un tema del todo el año- sea bueno enfatizar que en el encuentro con Jesús se pone a prueba nuestra existencia y compromiso con su mensaje. En otras palabras, que no hay cristianos nominales o “culturales”, sino lisa y llanamente creyentes en el Señor de la Navidad y la cruz.
En este pasaje Jesús trata a sus oyentes casi como si no fueran creyentes. Les explica incluso con una parábola (29-33) que los signos del Reino los pone Dios y que ellos deben estar atentos para interpretarlos. ¿Cuáles son esos signos hoy en nuestra congregación y en nuestra vida? ¿Cuán abiertos tenemos los sentidos a lo que Dios nos dice en este tiempo? Estas son preguntas que nos preparan para recibir la Navidad que se acerca.

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