Lucas 3:1-6
Los próximos dos domingos leeremos el relato de Juan el Bautista hasta el pasaje previo al bautismo de Jesús en el río Jordán. El texto comienza ubicando a Juan en el tiempo haciendo referencia a los gobernantes y sumos sacerdotes de la época.
Muy en la línea de los profetas se dice que “vino palabra de Dios a Juan”. Esto lo coloca en un lugar de privilegio desde la perspectiva del plan de Dios pues en aquel tiempo se entendía que ya no había más profetas. Juan es colocado como un nuevo eslabón – el último – en la larga cadena de profetas levantados por Dios.
Su mensaje tendrá mucho del de aquellos grandes hombres de la tradición pero sin duda que ahondará en el tema del perdón y el arrepentimiento. Así, el tema de Juan será el arrepentimiento “para perdón de los pecados”. la prédica de Juan en buena parte era revolucionaria porque anunciaba a la gente que el amor de Dios era tal que estaba dispuesto a perdonar los pecados de aquellos que se arrepentían. Perdonar pecados era una facultad exclusiva de Dios, pero se entendía que ya había pasado el tiempo en el cual ejercía esa misericordia.
- El desierto tiene su propia significación en las tradiciones bíblicas El desierto es el lugar de la purificación, es el camino de la libertad hasta la tierra prometida, es el lugar donde se recibió la ley a través de Moisés. El período de trashumancia fue siempre evocado como aquel en el cual el pueblo descansaba en Dios y donde su seguridad no dependía de murallas ni ejércitos sino de la protección de Dios. Allí tuvieron hambre y sed y el Señor los maravilló con maná y agua abundante.
- el desierto tiene su propia significación en las tradiciones bíblicas, El desierto es el lugar de la purificación, es el camino de la libertad hasta la tierra prometida, es el lugar donde se recibió la ley a través de Moisés. El período de trashumancia fue siempre evocado como aquel en el cual el pueblo descansaba en Dios y donde su seguridad no dependía de murallas ni ejércitos sino de la protección de Dios. Allí tuvieron hambre y sed y el Señor los maravilló con maná y agua abundante.
- De acuerdo a la cita de Isaías la tarea de Juan es preparar el camino. Esto significa anunciar a la gente que afine su oído a la inminente revelación de Dios.
- En el evangelio, al llegar la plenitud de los tiempos, el mismo Dios anuncia la cercanía del Reino por medio de Juan y asegura con Isaías que “todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,6). Para el Dios que llega con el don de la salvación debemos preparar el camino en el hoy de nuestra propia historia.
- La invitación de Isaías, repetida por Juan Bautista, nos invita a entrar en el dinamismo de la conversión, a ponernos en camino, a cambiar. Cambiar desde dentro, creciendo en lo fundamental, en el amor para “aquilatar lo mejor” (Flp 1,10). Con la penetración y sensibilidad del amor escucharemos las exigencias del Señor que llega y saldremos a su encuentro “llenos de los frutos de justicia” (1,11).
- Esa renovación desde dentro tiene su manifestación externa porque se “abajan los montes”, se llenan los valles, se endereza lo torcido y se iguala lo escabroso. Se liman asperezas, se suprimen desigualdades y se acortan distancias para que la salvación llegue a todos. La humanidad transformada es la humanidad reconciliada e igualada, integrada en familia de fe: “los hijos reunidos de Oriente a Occidente” (Bar 5,5). Convertirse entonces es ensanchar el corazón y dilatar la esperanza para hacerla a la medida del mundo, a la medida de Dios. Una humanidad más igualitaria y respetuosa de la dignidad de todos es el mejor camino para que Dios llegue trayendo su salvación. A cada uno corresponde examinar qué renuncias impone el enderezar lo torcido o abajar montes o rellenar valles. Nuestros caminos deben ser rectificados para que llegue Dios.